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6 ago 2014

Evitando el mal doctrinal

Evitando el mal doctrinal
Por: Dr. Félix Muñoz

“Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo. Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo. Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. ¡Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis! ¡Bienvenido! Porque el que le dice! ¡Bienvenido! participa en sus malas obras - 2 Jn 7-11 (RVR)”.

Las primeras comunidades cristianas se preocuparon por mantener vivo el compañerismo, la proclamación, la enseñanza y la comunión del evangelio, antes que por la organización de una religión institucionalizada. Como no pensaron que estaban formando una nueva religión sino que estaban viviendo el cumplimiento de las profecías dadas sobre el Mesías en el AT, se reunían en las casas todos los días, continuando la costumbre que mantenían los judíos devotos para conservar los preceptos de su credo.

En el caso de los cristianos, hay varias alusiones en el libro de los Hechos y en las cartas de Pablo al hecho de que las comunidades cristianas se reunían frecuentemente en las casas. Las casas eran habitadas por familias extendidas, que incluían a padres, hijos, abuelos y, en ocasiones, también a sobrinos y otros parientes. Todas estas personas, junto con los esclavos, conformaban la familia que vivía en la misma casa. En griego, la palabra casa (oikos) significa “un lugar para todos”, porque además de la familia extendida, allí también se hospedaban visitantes que permanecían por un tiempo, o se utilizaban para reuniones específicas como las que realizaba la iglesia cristiana en estos primeros años.

A estas casas llegaban también los maestros itinerantes, quienes se hospedaban por algunos días mientras enseñaban a la comunidad que se reunía allí. Este hecho creaba relaciones estrechas con los visitantes. En 2 Juan, encontramos que, hacia finales del primer siglo, las casas eran todavía el espacio predilecto para la reunión de la iglesia. Por esto, Juan advierte que recibir a un falso maestro o profeta es grave para la fidelidad que la comunidad de fe debía tener con el evangelio que les había sido predicado.

Un factor que favoreció el crecimiento rápido y extendido de la iglesia en el primer siglo fue la reunión en las casas, pues muchos que habían creído también convertían su casa en un lugar de reunión. Pero este beneficio se vio amenazado por el descuido que muchas iglesias tenían con respecto a quienes llegaban para enseñar. La multiplicación de iglesias en las casas hacía difícil la comunicación y el control adecuado sobre quienes enseñaban y profetizaban en cada lugar de reunión.

La doctrina es la instrucción dada respecto de algo. Para los cristianos del primer siglo se refería a una manera diferente de hablar, como la predicación o la oración. Uno de los escritos más antiguos del siglo segundo fue la “Didaqué” en el griego traducido como la “Doctrina de los apóstoles”, que resume en forma breve, práctica y directa la doctrina cristiana.

Porque da la razón por lo antedicho. Muchos engañadores (gente que deliberadamente ha enseñado puntos de vista erróneos sobre el estilo de vida cristiano) han salido. Esto hace suponer que en un tiempo fueron miembros de la iglesia (cf. 1 Juan 2:19). En esencia su error consistió en negar que Jesucristo ha venido en la carne (cf. 1 Juan 4:2, 3). Al igual que en 1 Juan el punto en cuestión es la importancia de la encarnación. Jesús fue, en verdad, el mismísimo Hijo de Dios que vino en la carne. El no enseñar esto es caer en el más tremendo error, y Juan llama a cualquiera que haga esto el engañador y el anticristo. Ya denunció como anticristo a cualquiera que enseñe este error (1 Juan 4:3), pero el epíteto engañador es nuevo. Tal hombre no solamente está en el error sino que extravía a otros.

Los mss. Están divididos en cuanto a leer “vosotros” o “nosotros” antes de trabajado (ver la RVA). Aquellos que aceptan “nosotros” (como la RVA) ven al escritor advirtiéndoles que los buenos maestros han trabajado para algo que se perderá si los creyentes se extravían. Para los que aceptan “vosotros” (como RVR-1960) ven al anciano advirtiendo que si sigue a los falsos maestros se perderá la recompensa celestial que espera a los siervos fieles de Dios. Esto, por supuesto, no es salvación, que es un don gratuito de Dios. Es la recompensa para el obrero que ha trabajado fielmente, y Juan piensa que podría perderse si sigue a los falsos maestros. Por eso advierte a los lectores.

Los falsos maestros evidentemente se consideraban a sí mismos como pensadores “avanzados”. Juan piensa de “todo aquel que pasa adelante”  en esta manera ¡avanza tanto como para salir completamente fuera del cristianismo! Nuestra meta no es ser “avanzados”, sino perseverar en la verdad que ha sido revelada, en la doctrina de Cristo (esto podría referirse a “doctrina acerca de Cristo”, pero es más lógico entenderlo como “doctrina que Cristo enseñó; ver la RVA). Obsérvese que es preciso estar en lo correcto referente al Hijo si queremos estar en lo correcto referente al Padre (cf. 1 Juan 2:23).

No debemos apoyar ninguna otra doctrina. Juan no quiere significar con ello que debemos ser descorteses con nuestros opositores doctrinales. Pero en aquella época el hecho de recibir a un hombre en su hogar significaba aceptar su mensaje. Y como el ejercicio de la hospitalidad era lo que permitía a los predicadores trasladarse de un punto a otro con su mensaje, también le ayudaría a difundir sus enseñanzas. De modo que si cualquiera no lleva esta doctrina, es decir, la doctrina de que Cristo es Dios encarnado, no hay que recibirlo. Juan aclara el motivo de lo anterior. El saludar a tal hombre es participar de sus malas obras. El cristiano debe evitar todo mal rechazando y no dando apoyo a tales maestros falsos.



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Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos - Jud 1:3 (RVR).

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