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24 ago 2014

La Seguridad Presente De La Salvación

La Seguridad Presente De La Salvación


[Lucas 23:42-43] Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.


LA IMPORTANCIA DE LA SEGURIDAD

En la experiencia cristiana, la seguridad de que uno es salvo por la fe en Cristo es esencial para el cumplimiento de todo el programa de crecimiento en la gracia y el conocimiento de Cristo. La seguridad es asunto de experiencia y se relaciona con la confianza personal en la salvación presente. No se debe confundir con la doctrina de la seguridad eterna del creyente, que discutiremos en el próximo capítulo. La seguridad eterna es una cuestión de doctrina, mientras la seguridad presente es un asunto de lo que la persona cree en un momento dado acerca de su salvación personal.

La seguridad presente depende de tres aspectos importantes de la experiencia:

1) comprensión de que la salvación provista en Cristo Jesús es completa;
2) el testimonio confirmatorio de la experiencia cristiana;
3) aceptación por fe de las promesas bíblicas de la salvación.

Comprensión de la naturaleza de la salvación

Para tener una verdadera seguridad de salvación es esencial tener una clara comprensión de lo que Cristo obtuvo por medio de su muerte en la cruz. La salvación no es una obra del hombre para agradar a Dios, sino una obra de Dios en favor del hombre. Depende completamente de la gracia divina, sin tener en consideración ningún mérito humano. La persona que comprende que Cristo murió en su favor y proveyó una salvación completa que se ofrece a cualquiera que cree sinceramente en Cristo, puede tener la seguridad de su salvación en cuanto cumple la condición de confiar en Cristo como Salvador. En muchos casos la falta de seguridad se debe a una comprensión incompleta de la naturaleza de la salvación. Una vez que se ha comprendido que la salvación es un obsequio que no puede obtenerse por esfuerzos humanos, que no puede merecerse y que está disponible como un don de Dios para todo aquel que la reciba por fe, se ha echado una base adecuada para la seguridad de la salvación, y la cuestión se resuelve por si sola en la respuesta a la pregunta de si uno ha creído realmente en Cristo. Esta pregunta puede ser respondida por las confirmaciones que se encuentran en la experiencia cristiana de una persona que ha recibido la salvación.

Entre las diversas realizaciones divinas que en conjunto constituyen la salvación de un alma, la Biblia da un énfasis supremo a la recepción de una nueva vida de parte de Dios. Más de 85 pasajes del Nuevo Testamento confirman este rasgo de la gracia salvadora. La consideración de estos pasajes deja ver el hecho de que esta vida impartida es don de Dios para todo aquel que cree en Cristo (Jn. 10:28; Ro. 6:23); es de Cristo (Jn. 14:6); es Cristo que mora en el creyente en el sentido de que la vida eterna es inseparable de El (Col. 1:27; 1 Jn. 5:11, 12) y, por lo tanto, es eterna como El es eterno.

Testimonio confirmatorio de la experiencia cristiana

Basado en el hecho de que Cristo mora en él, el creyente debe probarse a sí mismo si está en fe (2 Co. 13:5); porque es razonable esperar que el corazón en que Cristo mora, en condiciones normales, esté consciente de su maravillosa presencia. Sin embargo, el cristiano no es dejado a merced de sus sentimientos e imaginaciones equívocos en cuanto a la forma precisa en que se manifestará Cristo en su vida interior, y esto queda claramente definido en las Escrituras. Esta revelación particular tiene un propósito doble para el cristiano que está sujeto a la Palabra de Dios: lo protege contra la suposición de que el emocionalismo carnal es de Dios—creencia que ha encontrado muchos seguidores en la actualidad— y establece una norma de realidad espiritual, para alcanzar la cual deben esforzarse constantemente los cristianos.

Es obvio que una persona inconversa, aunque sea fiel en su conformidad exterior a la práctica religiosa, jamás manifestará la vida que es Cristo. De igual manera, el cristiano carnal es anormal en el sentido de que no tiene modo de probar por la experiencia que tiene la salvación. Aunque la vida eterna en sí es ilimitada, toda experiencia cristiana normal es limitada por lo carnal (1 Co. 3:1-4).

El cristiano carnal está tan perfectamente salvado como el cristiano espiritual, porque ninguna experiencia, mérito o servicio forman parte de la base de la salvación. Aunque aún sea un bebé, está en Cristo (1 Co. 3:1). Su obligación hacia Dios no es ejercer la fe salvadora, sino someterse al propósito y voluntad de Dios. Es de importancia fundamental comprender que una experiencia cristiana normal solo pueden tenerla quienes están llenos del Espíritu.

La nueva vida en Cristo que viene como resultado de ser salvo por la fe produce ciertas manifestaciones importantes.

1. El conocimiento de que Dios es nuestro Padre Celestial es una de las preciosas experiencias que pertenecen a quien ha puesto su confianza en Cristo. En Mateo 11:27 se declara que ninguno conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo lo quiera revelar. Una cosa es saber algo acerca de Dios, experiencia posible en una persona no regenerada, pero es algo muy distinto conocer a Dios, lo que solo puede ser realizado en la medida que el Hijo lo revele, y <esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien has enviado> (Jn. 17:3). La comunión con el Padre y con el Hijo es algo conocido solamente por quienes «andan en luz» (1 Jn. 1:7). Por lo tanto, una experiencia cristiana normal incluye una apreciación personal de la paternidad de Dios.

2. Una realidad nueva en Ia oración es otra experiencia confirmatoria que conduce a la seguridad presente. La oración asume un lugar muy importante en la experiencia del cristiano espiritual. Se convierte gradualmente en su recurso más vital. Por medio de la acción interior del Espíritu que mora en él, el creyente ofrece alabanzas y acciones de gracias (Ef. 5:18-19), y par obra del Espíritu es capacitado para orar en conformidad con la voluntad de Dios (Ro. 8:26-27; Jud. 20). Además, es razonable creer que, puesto que el ministerio de Cristo en la tierra y en el cielo ha sido y es en gran parte un ministerio de oración, la persona en Ia cual El mora será guiada a Ia oración en forma normal.

3. Una nueva capacidad para comprender las Escrituras es otra importante experiencia relacionada con la salvación. Según la promesa de Cristo, el hijo de Dios entenderá por obra del Espíritu las cosas de Cristo, las cosas del Padre y las cosas venideras (Jn. 16:12-15). En el camino de Emaüs, Cristo abrió las Escrituras a los que lo oían (Lc. 24:32) y abrió los corazones de ellos a las Escrituras al mismo tiempo0 (Lc. 24:45). Semejante experiencia, a pesar de ser tan maravillosa, no es solamente para ciertos cristianos que gozan de un favor especial de Dios; es la experiencia normal de todos los que están a cuentas con Dios (1 Jn. 2:27), puesto que es una manifestación natural de Cristo que mora en el creyente.

4. Un nuevo sentido de Ia pecaminosidad del pecado es una experiencia normal de la persona que es salva. Así corno el agua quita todo lo que es ajeno e inmundo (Ez. 36:25; Jn. 3:5; Tit. 3:5, 6; 1 P. 3:21; 1 Jn. 5:6-8), la Palabra de Dios desplaza todas las concepciones humanas e implanta los ideales de Dios (Sal. 119:11), y por la acción de la Palabra de Dios aplicada por el Espíritu, la manera divina de estimar el pecado desplaza la estimación humana. Es imposible que Cristo, que no tuvo pecado y sudó gotas de sangre al ser ofrecido como ofrenda por el pecado, no produzca una nueva percepción de la naturaleza corrompida del pecado en la persona en la cual mora, cuando tiene libertad para manifestar su presencia.

5. Se recibe un nuevo amor por los inconversos. El hecho de que Cristo murió por todos los hombres (2 Co. 5:14-15, 19) es la base que permite a Pablo decir: «De aquí en adelante a nadie conocemos según la carne» (2 Co. 5:16). Dejando a un lado todas las distinciones terrenales, él consideraba a los hombres, a través de sus ojos espirituales, como almas por las cuales Cristo murió. Por la misma razón, Pablo no cesaba de orar por los perdidos (Ro. 10:1) y de esforzarse por alcanzarlos (Ro. 15:20), y por amor a ellos estaba dispuesto a «anatema, separado de Cristo» (Ro. 9:1-3). Esta compasión divina debiera ser experimentada por cada creyente lleno del Espíritu, como resultado de la presencia divina en su corazón (Ro. 5:5; Ga. 5:22).

6. Se experimenta también un nuevo amor por los salvados. En 1 Juan 3:14 se presenta el amor por los hermanos como una prueba absoluta de la salvación personal. Esto es razonable, ya que por la obra regeneradora del Espíritu Santo el creyente es introducido a un nuevo parentesco con la casa y familia de Dios. Solo en ella existe la paternidad verdadera de Dios y la verdadera hermandad entre los hombres. El hecho de que la misma presencia divina esté en el interior de dos individuos los relaciona en una forma vital y les otorga un lazo correspondiente de devoción. El amor de un cristiano por otro es, de este modo, la insignia del verdadero discipulado (Jn. 13:34-35), y este afecto es la experiencia normal de todos los que son nacidos de Dios.

7. Una base suprema para la seguridad de la salvación es la manifestación del carácter de Cristo en el creyente. Las experiencias subjetivas resultantes debidas a la Presencia divina no estorbada en el corazón se señalan con nueve palabras: «Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, (Ga. 5:22-23), y cada palabra representa un mar de realidad en el plano del carácter ilimitado de Dios.

Esta es la vida que Cristo vivió (Jn. 13:34; 14:27; 15:11), es la vida de semejanza con Cristo (Fil. 2:5-7) y es la vida que es Cristo (Fil. 1:21). Debido a que estas gracias son producidas par el Espíritu que mora en cada creyente, esta experiencia ha sido provista para todos.

8. Las experiencias combinadas de la vida cristiana producen una conciencia de salvación por fe en Cristo. La fe salvadora en Cristo es una experiencia bien clara. El apóstol Pablo decía acerca de Si: «Yo sé a quién he creído» (2 Ti. 1:12). La confianza personal en el Salvador es un acto tan definido de la voluntad y una actitud tan clara de la mente, que difícilmente podría uno engañarse al respecto. Pero Dios tiene el propósito de que el cristiano normal esté seguro en su propio corazón de que ha sido aceptado por Dios. El cristiano espiritual recibe el testimonio del Espíritu de que es hijo de Dios (Ro. 8:16). En forma similar, habiendo aceptado a Cristo, el creyente no tendrá más conciencia de condenación a causa del pecado (Jn. 3:18; 5:24; Ro. 8:1; He. 10:2). Esto no implica que el cristiano no estará consciente del pecado que comete; se trata más bien de que está consciente de haber sido aceptado eternamente por Dios por media de la obra de Cristo (Ef. 1:6; Col. 2:13), que es la porción de todo aquel que cree.
Al concluir la enumeración de los elementos esenciales de una verdadera experiencia cristiana, debemos dejar claramente establecido que en todo ello queda excluido el emocionalismo puramente carnal, y que la experiencia del creyente será normal solamente cuando anda en la luz (1 Jn. 1:7).

D. Aceptacion de la veracidad de las promesas de la Biblia
1. La confianza en la veracidad de la Biblia y en el cumplimiento cierto de sus promesas de salvación es esencial para tener la seguridad de la salvación. Por sobre toda experiencia y aparte de cualquier experiencia que el cristiano pueda tener —experiencia que a menudo es muy indefinida a causa de la carnalidad—, se ha dado la evidencia permanente de la infalible Palabra de Dios. El apóstol Juan se dirige a los creyentes en los siguientes términos: «Estas cosas as he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna» (1 Jn. 5:13). Por medio de este pasaje se da seguridad a todo creyente, carnal o espiritual por igual, para que sepan que tienen vida eterna. Esta seguridad se hace descansar, no en experiencias cambiantes, sino sobre las cosas que están escritas en la inmutable Palabra de Dios (Sal. 119:89, 160; Mt. 5:18; 24:35; 1 P. 1:23, 25).
Las promesas escritas de Dios son como un título de dominio (Jn. 3:16, 36; 5:24; 6:37; Hch. 16:31; Ro. 1:16; 3:22, 26;10:13), y así exigen confianza. Estas promesas de salvación forman el pacto incondicional de Dios baja la gracia, sin exigencia de méritos humanos, sin necesidad de experiencias humanas que prueben su verdad. Estas poderosas realidades deben sen consideradas como cumplidas sobre la única base de la veracidad de Dios.
2. Dudar si uno realmente ha puesto su fe en Cristo y las promesas de Dios es destructivo de la fe cristiana. Hay multitudes que no tienen ninguna certeza de haber hecho una transacción personal con Cristo acerca de su salvación. Aunque no es esencial que uno sepa el día y la hora de su decisión, es imperativo que sepa que ahora está confiando en Cristo sin referencia al tiempo en que comenzó a confiar. El apóstol Pablo afirma que está «seguro que [Dios] es poderoso para guardar mí deposito», esto es, lo que él había entregado a Dios para que se lo guardara (2 Ti. 1:12).
Obviamente, la cura para la incertidumbre acerca de si se ha recibido a Cristo es recibir a Cristo ahora, teniendo en cuenta que ningún mérito personal ni obra religiosa tiene valor: sólo Cristo puede salvar. La persona que no está segura de haberse entregado a Dios pan fe para recibir la salvación que solo Dios puede dan, puede remediar esta falta dando un paso definitivo de fe. Este es un acto de la voluntad, aunque podría estar acompañado de la emoción y exige necesariamente la comprensión de la doctrina de la salvación. A muchos ha ayudado el decir en oración: «Señor, si nunca he puesto mi confianza en ti antes, ahora lo hago.» No se puede experimentar una verdadera seguridad de salvación si no hay un acto específico de recibir por fe a Cristo como Salvador.
3. Dudar de la fidelidad de Dios es también fatal para cualquier experiencia verdadera de seguridad. Algunos no están seguros de su salvación porque no están seguros de que Dios los haya recibido y salvado. Este estado mental normalmente es provocado par la búsqueda de un cambio en los sentimientos en lugar de ponen la mirada en la fidelidad de Cristo. Los sentimientos y las experiencias tienen su lugar, pero, coma se dijo antes, la evidencia definitiva de la salvación personal es la veracidad de Dios. La que El ha dicho, hará, y no es piadoso ni digno de elogio el que una persona desconfíe de su salvación después de haberse entregado en forma definida a Cristo.
4. La seguridad de salvación, consecuente-mente, depende de la comprensión de la naturaleza de la salvación completa de Dios para quienes ponen su con fianza en Cristo. En parte, puede hallarse una confirmación en la experiencia cristiana, y normalmente hay un cambio de vida en la persona que ha confiada en Cristo coma su Salvador. Es esencial que comprenda que la seguridad de salvación depende de la certeza de las promesas de Dios y de la seguridad de que el individuo se ha entregado a Cristo pon fe confiando en que El cumplirá estas promesas. La persona que se ha entregado de este modo puede descansan en que la fidelidad de Dios, que no puede mentir, cumplirá su promesa de salvar al creyente par su divino poder y gracia.

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Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos - Jud 1:3 (RVR).

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