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24 ago 2015

ANALIZANDO EL LEGALISMO

ANALIZANDO EL LEGALISMO
Por: Dr. Félix Muñoz

Todos los que quieren agradar en la carne, éstos os obligan a que os circuncidéis, solamente para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo. Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley; pero quieren que vosotros os circuncidéis, para gloriarse en vuestra carne - Gal 6:12-13 (RVR).

Los judaizantes querían ser bien vistos en la carne consiguiendo un gran grupo de seguidores. Podían hacerlo insistiendo en la circuncisión. La gente está a menudo bien dispuesta a observar ritos y ceremonias, siempre que no se les pida que cambien sus costumbres. 

En la actualidad es cosa común conseguir grandes multitudes como miembros de iglesias rebajando las normas. Pablo detecta la insinceridad de esos falsos maestros, y los acusa de tratar de evitar la persecución a causa de la cruz de Cristo. La cruz significa la condenación de la carne y de sus esfuerzos por agradar a Dios. La cruz anuncia la muerte de la naturaleza carnal y de sus más nobles esfuerzos. La cruz significa separación del mal.



Por ello, los hombres odian el glorioso mensaje de la cruz, y persiguen a aquellos que lo predican. Los legalistas no estaban interesados en guardar la ley. Lo que querían era una manera fácil de conseguir convertidos, de modo que pudiesen gloriarse de una gran lista de seguidores. «Era un intento de ganar a otros a aquello que estaba por sí mismo en quiebra; porque ni siquiera los que estaban circuncidados podían guardar la ley».

Al terminar un estudio de Gálatas, se podría llegar a la conclusión de que Pablo derrotó de tal manera a los maestros del legalismo que esta cuestión debió dejar de perturbar a la iglesia para siempre. ¡La historia y la experiencia demuestran lo contrario! El legalismo ha llegado a ser una parte tan importante de la Cristiandad que la mayoría de sus componentes creen que realmente es legítimo.

Sí, los legalistas siguen con nosotros. ¿De qué otra forma podemos llamar a los profesos ministros de Cristo que enseñan, por ejemplo, que se necesita de la confirmación, del bautismo o de la membrecía eclesial para la salvación; que la ley es la regla de conducta del creyente; que somos salvos por la fe pero preservados por las obras? ¿Qué es esto sino el judaísmo introducido en el cristianismo, cuando se nos pide que aceptemos un sacerdocio de ordenación humana con unas vestimentas distintivas, con edificios modelados en base del templo, con sus altares tallados y elaborados rituales, y con un calendario eclesial con su Cuaresma, sus fiestas y sus ayunos? ¿Y qué tenemos sino la herejía de Galacia cuando se advierte a los creyentes acerca de que han de guardar el sábado si han de salvarse al final? Los modernos predicadores del legalismo están haciendo enormes penetraciones entre los que profesan fe en Cristo, y por eso debería advertirse a cada creyente contra tales enseñanzas, e instruirlo acerca de cómo responder a las mismas.



Los profetas del sábado en general empiezan predicando el evangelio de la salvación por la fe en Cristo. Usan amados himnos evangélicos para seducir a los incautos, y parecen poner mucho énfasis en las Escrituras. Pero ante todo ponen a sus seguidores bajo la Ley de Moisés, especialmente el mandamiento acerca del sábado. (El sábado es el séptimo día de la semana).

¿Cómo osan hacer esto, a la luz de la clara enseñanza de Pablo de que el cristiano ha muerto a la ley? ¿Cómo esquivan las claras declaraciones de Gálatas? La respuesta es que hacen una acusada distinción entre la ley moral y la ley ceremonial. La ley moral es los Diez Mandamientos. La ley ceremonial cubre las otras reglas dadas por Dios, como las tocantes a alimentos impuros, a la lepra, a las ofrendas a Dios, y así. La ley moral, dicen ellos, nunca ha sido revocada. Es una expresión de la verdad eterna de Dios. Cometer idolatría, asesinato o adulterio será siempre contrario a la ley de Dios. En cambio, la ley ceremonial ha sido anulada en Cristo. Por ello, llegan a la conclusión de que cuando Pablo enseña que el cristiano está muerto a la ley, se está refiriendo a la ley ceremonial, y no a los Diez Mandamientos.

Por cuanto la ley moral sigue en vigor, los cristianos están obligados a cumplirla, insisten ellos. Esto significa que han de guardar el sábado, que no deben trabajar aquel día. Mantienen que uno de los papas de la Iglesia Católica Romana ordenó el cambio de la observancia del sábado al domingo, en una total violación de las Escrituras. Este razonamiento parece muy lógico y atractivo. ¡Pero el rasgo que lo condena es que es totalmente contrario a la palabra de Dios!

Observemos los siguientes puntos:

1. En 2 Corintios 3:7–11, los Diez Mandamientos son claramente declarados como «lo que perece» (RVR) para el creyente en Cristo. En el versículo 7, la ley es descrita como «el ministerio de muerte grabado con letras en piedras». Sólo podía referirse a la ley moral, no a la ceremonial. Sólo los Diez Mandamientos fueron grabados en piedras por el dedo de Dios (Éx. 31:18). En el versículo 11 leemos que el ministerio de muerte, aunque glorioso, perece. Nada podría ser más decisivo que esto. El sábado no es vinculante para el cristiano.



2. A ningún gentil se le mandó jamás guardar el sábado. La ley fue dada sólo a la nación de Israel (Éx. 31:13). Aunque Dios mismo reposó el séptimo día, no mandó a nadie más que lo hiciese, hasta que dio la ley a los hijos de Israel.

3. Los cristianos no pasaron del sábado al primer día de la semana por ningún decreto de ningún papa. Separamos el Día del Señor en una forma especial para el culto y servicio porque el Señor Jesús resucitó de los muertos en aquel día, como prueba de que la obra de la redención había sido consumada (Jn. 20:1). También era en aquel día que los primeros discípulos se reunían para partir el pan, anunciando la muerte del Señor (Hch. 20:7), y fue el día señalado por Dios para que los cristianos separasen sus ofrendas según el Señor les hubiese prosperado (1 Co. 16:1, 2). Además, el Espíritu Santo fue enviado del cielo en el primer día de la semana. Los cristianos no «guardan» el Día del Señor como un medio para conseguir la santidad ni por temor al castigo; lo separan por amante devoción a Aquel que se dio a Sí mismo por ellos.

4. Pablo no distingue entre la ley moral y la ceremonial. Más bien, insiste en que la ley es una unidad total, y que hay una maldición sobre los que tratan de alcanzar la justicia mediante ella, pero no llegan a cumplirla en su totalidad.

5. Nueve de los Diez Mandamientos son repetidos en el NT como instrucción moral para los hijos de Dios. Tratan acerca de cosas que son inherentemente buenas o malas. El único mandamiento que se omite es la ley del sábado. La observancia de un día no es inherentemente buena o mala. No hay instrucción alguna a los cristianos acerca de guardar el sábado. Al contrario, ¡la Escritura afirma de manera inequívoca que el cristiano no puede ser condenado por no guardarlo! (Col. 2:16).

6. La pena para observar el Sábado en el AT era la muerte (Éx. 35:2). Pero los que insisten en que los creyentes guarden el sábado en la actualidad no aplican la pena a los culpables. De este modo deshonran la ley y destruyen su autoridad al no insistir en que se cumplan sus demandas. En realidad están diciendo: «Ésta es la ley de Dios, pero no pasará nada si la quebrantas».

7. Cristo, no la ley, es la regla de vida del creyente. Deberíamos andar como Él anduvo. Esta es una norma aún más alta que la que fue establecida por la ley (Mt. 5:17–48). Somos capacitados para vivir vidas santas mediante el Espíritu Santo. Queremos vivir vidas santas porque amamos a Cristo. La justicia exigida por la ley es cumplida por los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Ro. 8:4). Así, la enseñanza de que los creyentes han de guardar el sábado es directamente contraria a la Escritura (Col. 2:16), y es sencillamente «otro evangelio», sobre el que la palabra de Dios pronuncia una maldición (Gá. 1:7, 9).

¡Que cada uno reciba sabiduría de Dios para discernir la mala doctrina del legalismo en cualquier manera en que pueda aparecer! Que nunca busquemos la justificación ni la santificación por medio de ceremonias ni de esfuerzos humanos, sino dependamos total y únicamente en el Señor para cada necesidad. Recordemos siempre que el legalismo es un insulto a Dios porque pone la sombra por la Realidad el ceremonialismo en lugar de Cristo.

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Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos - Jud 1:3 (RVR).

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