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25 ago 2015

PREPARADOS PARA PRESENTAR LA BUENA PALABRA

EL PÚLPITO NO CONVENCIONAL: 
PREPARADOS PARA PRESENTAR LA BUENA PALABRA
Por: Dr. Félix Muñoz

Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez. Y así Pablo salió de en medio de ellos. Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos - Hch 17:32-34 (RVR).



Hitorica y culturalmenmte en la época del NT se puede identificar al menos dos grupos o ideas filosóficas: Los estoicos y los epicúreos. Estos grupos son mencionados como parte de la audiencia que Pablo tuvo en su disertación en el Areópago de Atenas.

Los estoicos consideraban la realidad como resultado de dos principios: A uno lo denominaban el principio activo, el logos o dios, considerado la razón inmanente. Al otro se le denominaba principio pasivo, que es fundamentalmente todo lo que es materia sin propiedades. El logos o dios, era la fuente de todo lo demás, agente de la creación y principio de la realidad; a ese logos se le atribuía la creación de todas las cosas y del orden de las mismas. Ese logos o dios predeterminaba todo, por tanto los estoicos no creían que el ser humano tuviera libre albedrío.

Desde el punto de vista religioso, muchos estoicos eran politeístas, y como creían que todo estaba predeterminado y ligado, usaban el arte de la adivinación y los oráculos para obtener orientación del logos. En términos de su ética llegaban a considerar que aun lo malo formaba parte y tenía propósito en la construcción de sus creencias. Los estoicos eran extremadamente individualistas.

Los epicúreos consideraban que toda realidad, material o no, estaba compuesta de átomos que se mueven indistintamente dejados a la casualidad. De allí su decisión de no aceptar que el destino estuviera escrito y hacer más fuerte la idea de que el hombre posee libre albedrío para actuar.

Desde la perspectiva religiosa, para ellos, los dioses no entraban en la realidad de los hombres y no interferían en sus acciones, de allí su conclusión de que los dioses no debían ser objeto de adoración de los hombres. Frente al tema de lo que está más allá de la vida terrena, negaban la inmortalidad y creían que en la muerte el hombre no tenía conciencia ni actividad sensorial. Defendían la idea de la ética de las virtudes y tenían en gran estima el sentido de comunidad.


Observando los sucesos eh el texto expuesto anteriormente. Quizá Pablo no acabase su mensaje. Puede que fuese interrumpido por el escarnio de los que se burlaban de la idea de una resurrección de los muertos. Pero otros no se burlaban, sino que vacilaban. Postergaron tomar acción, diciendo: Ya te oiremos acerca de esto otra vez. Consideraron que era un mal momento para adherirse a Cristo. No podían decir «Nunca», pero dijeron: «No ahora». Mas no se podía decir que el mensaje de Pablo hubiese fracasado. A fin de cuentas, Dionisio creyó, y era un aeropagita, uno de los miembros del tribunal. Una mujer llamada Dámaris también creyó, junto a otros, cuyos nombres no se dan. Y así salió Pablo de en medio de ellos (Hch. v. 33). «No oímos ya más de Atenas. Pablo volvió a centros de persecución, pero ante la frivolidad intelectual no había nada más que decir».

Algunas personas critican este sermón porque parece encomiar a los atenienses por su religiosidad cuando en realidad eran burdos idólatras; supone un reconocimiento del verdadero Dios de una inscripción que podía haber sido pensada para un ídolo; parece acomodarse demasiado a los usos y costumbres de los atenienses; y no presenta el evangelio de una manera tan clara y enérgica como en otros mensajes del apóstol. Estas críticas no están justificadas. Ya hemos tratado de explicar que Pablo buscaba primero un punto de contacto, después, con pasos fáciles, llevaba a sus oyentes primero al conocimiento del verdadero Dios, luego a la necesidad del arrepentimiento con vistas a la venida de Cristo como juez. Es suficiente vindicación de la predicación de Pablo que hubo almas genuinamente convertidas por medio de ella.



La predicación de Pablo en la Colina de Marte es una ilustración de los lugares no convencionales en los que los primitivos creyentes predicaron la palabra. El aire libre era un lugar favorito. En Pentecostés el mensaje puede que fuese predicado en el exterior, a juzgar por el número de los que oyeron y fueron salvados (Hch. 2:6, 41). Otros ejemplos generales de predicación al aire libre se hallan en Hch. 8:5, 25, 40; 13:44; 14:8–18.

Los alrededores del templo se hicieron eco del mensaje al menos en tres ocasiones (Hch. 3:1–11; 5:21, 42). Pablo y sus asociados anunciaron la Palabra junto al río en Filipenses (Hch. 16:13). Aquí en Atenas predicó en el mercado (Hch. 17:17) antes del discurso en la Colina de Marte. En Jerusalén se dirigió a la enfurecida multitud estando en pie en las gradas que subían a la Torre Antonia (Hch. 21:40–22:21). Al menos en cuatro ocasiones el mensaje fue declarado ante el Sanedrín judío: por parte de Pedro y Juan (Hch. 4:8, 19); por parte de Pedro y los otros apóstoles (Hch. 5:27–32); por parte de Esteban (Hch. 7:2–53); y finalmente por parte de Pablo (22:30–23:10).

Pablo y sus asociados predicaban habitualmente el evangelio en las sinagogas (Hch. 9:20; 13:5, 14; 14:1; 17:1, 2, 10, 17; 18:4, 19, 26; 19:8). Las casas privadas se usaron una y otra vez. Pedro predicó en casa de Cornelio (Hch. 10:22, 24). Pablo y Silas testificaron en el hogar del carcelero de Filipos (Hch. 16:31, 32). En Corinto, Pablo predicó en el hogar de Crispo, el principal de la sinagoga (Hch. 18:7, 8). Predicó hasta medianoche en una casa privada en Tróade (Hch. 20:7). Enseñó de casa en casa en Éfeso (Hch. 20:20) y en su propia casa de alquiler en Roma (Hch. Hch. 28:30, 31). Felipe predicó a un eunuco etíope en un carro (Hch. 8:31–35), y Pablo predicó a bordo de una nave (Hch. 27:21–26). En Éfeso hablaba a diario en una escuela (Hch. 19:9).



Pablo predicó ante tribunales civiles, ante Félix (Hch. 24:10), Festo (Hch. 25:8) y Agripa (Hch. 26:1–29). En Hch. 8:4 leemos que los perseguidos creyentes fueron por todas partes predicando la palabra. Esto muestra que no creían que la proclamación del mensaje tuviese que quedar limitada al interior de algún edificio especialmente «consagrado». Allí donde hubiese personas, había razón y oportunidad para dar a conocer a Cristo. 

Los primitivos cristianos consideraban que cada situación era una oportunidad para testificar para Cristo. Incluso cuando eran llevados ante reyes y gobernadores, nunca se les ocurrió que pudiesen evadir la cuestión y evitar identificarse con Cristo por temor a las consecuencias. Era sencillamente una ocasión de predicar a reyes y gobernantes a los que en otro caso no podrían alcanzar. Es probable que Dios permita que cada ser humano atraviese nuestra senda para que tengamos la oportunidad de dejar alguna bendición en sus caminos y dejar en sus corazones y vidas alguna influencia que les atraiga más cerca de Dios.

Jesús los había comisionado así: «Id por todo el mundo y proclamad el evangelio a toda criatura» (Mr. 16:15). Hechos los muestra cumpliendo esta comisiónPodríamos añadir que la mayor parte de la predicación en Hechos fue espontánea y extemporánea. Generalmente, no hubo tiempo para predicar el mensaje preparado en un bosquejo. «No fue la actuación de una hora, sino la preparación de una vida.» Eran los predicadores los que estaban preparados, no los sermones.

Con esto se demuestra que la preparacion del exponente, debe ser con la vida, antes de las palabras, y asi estar dispuesto a presentar la buena noicia de Jesus y su respectiva defensa con evidencias sea cual sea el ambiente, la circunstacia o la condicion externa.

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Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos - Jud 1:3 (RVR).

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