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31 jul 2014

Expectaciones prematuras sobre el fin

Expectaciones prematuras sobre el fin
Por: Dr. Félix Muñoz


*LEER: (Mateo 24:3-14; Marcos 13:1-37 Pasaje paralelo).

Históricamente,  Herodes el Grande (37 a. C. – 4 d. C.) fue hijo de Antípater y dueño de una reputación macabra: Asesino cruel que no respetó la vida de sus varios hijos o esposas, hábil político que camuflaba su intrigante manera de reinar con obras caritativas hipócritas. Una de ellas fue la restauración del templo de los judíos. Remodeló el templo de Jerusalén, redecorándolo con marfil, oro y joyas preciosas, recuperando su esplendor y apariencia fastuosa.



El templo original de Salomón fue destruido por Nabucodonosor en el tiempo de la cautividad babilónica, en el año 586 a. C. El segundo templo fue reedificado por Zorobabel en el tiempo de la restauración de los judíos a su tierra luego de la cautividad. Este templo fue profanado por Antíoco IV (Epífanes), en el año 168 d. C.

 Herodes el Grande tomó el control de Jerusalén en el año 37 a. C., y en el año 18 de su reinado comenzó a reedificar el templo en un proyecto que duró al menos hasta el año 64 d. C. (Jn 2:20). El templo en general (ieron) contaba con un sistema de varios atrios o patios. Hacia el exterior se encontraba el atrio de los gentiles, al que todos tenían acceso. Luego había una barrera que separaba el atrio de los gentiles del atrio de los judíos, en la que había una inscripción de advertencia para los gentiles de no cruzar so pena de muerte (Hech. 21:27-29). Pablo, hablando del sacrificio del Señor Jesús y enfatizando que de los dos pueblos, judío y gentil, hizo uno solo derribando la barrera de separación, se refiere a esta pared divisoria (Efe. 2:14).

 Al interior del templo había atrios especiales reservados para las mujeres judías, el central reservado para los varones de Israel y otro para los sacerdotes. El santuario estaba compuesto por el lugar santo y el lugar santísimo (naos). Básicamente conservaba las dimensiones y el mobiliario descrito en el AT, excepto por el arca, que desapareció. El templo tenía su propia guardia (Hech. 4:15:24-26), aunque los romanos tenían su cuartel junto al atrio de los gentiles.



 Los detalles sobre la destrucción de Jerusalén los tenemos gracias al historiador Josefo, quien en un comienzo luchó junto a los judíos y luego junto a los romanos. Su obra tiene el propósito de justificar a los judíos y mostrar gratitud a los romanos.

 El motivo inicial de la revuelta judía fue que el gobernador Floro echó mano del tesoro del templo, lo que atizó el espíritu de los zelotes que estaban animados por mensajes apocalípticos. Floro se sintió humillado por los judíos y saqueó parte de la ciudad, pero no tenía la suficiente fuerza para controlarlos. Agripa y Berenice (cf. Hech. 25:13) tampoco lograron controlar a los judíos y la revuelta estalló. Los judíos tomaron la fortaleza Antonia, mataron a todos los soldados romanos y luego al sumo sacerdote. Las victorias militares iniciales entusiasmaron a los zelotes al grado que pensaban que había resurgido la época de los macabeos.

 Se organizó la defensa de toda Palestina. El emperador Nerón encargó al general Vespasiano, quien fue tomando poco a poco todo el territorio, dejando a un lado a Jerusalén. Los romanos incendiaron la comunidad del Qumrán, pero sus escritos fueron ocultados en las cuevas cerca del mar Muerto. La reconquista de Palestina fue interrumpida por la muerte de Nerón y la sucesión del nuevo emperador Vespasiano, quien nombró a su hijo Tito (quien sería también emperador más tarde) como responsable de la toma de Jerusalén. En el interior de la ciudad se desarrolló una guerra civil entre los zelotes, que terminó cuando vieron que el sitio a Jerusalén era un hecho. En el año 70 Tito tomó la fortaleza Antonia y no pudo entrar al templo que fue incendiado, posiblemente por un zelote, y luego arrasado completamente por las huestes romanas.

 En el año 71 Tito entraba a Roma llevando en calidad de trofeo a los jefes de los zelotes, y parte de los utensilios del templo como el candelabro. El arco de Tito conmemora hasta hoy este momento.
 Al comienzo de la última revuelta los cristianos judíos abandonaron Jerusalén y se refugiaron en Pella, al oriente del Jordán. Los judíos fariseos, opuestos a la revuelta, se recluyeron en Jamnia, y allí trataron de reorganizar la vida judía ahora sin el templo, y con la esperanza de que Dios intervendría una vez más. Fue en Jamnia que se fijó el canon judío con los treinta y nueve libros que forman el AT de nuestra Biblia, pero en un orden diferente. Fue allí también donde el judaísmo se separó definitivamente del cristianismo rechazando a Jesús como el Mesías.



Mientras muchos lectores buscan afanosamente en este capítulo las “señales del fin”, el tema de gran parte del pasaje, y en especial de esta sección, es el peligro de saltar a conclusiones precipitadas de que “el fin” (en cualquier sentido) es inminente (cf. Mr 13:3-13; Lc 21:7-19).

Antes del 70 d. de J.C., muchos rebeldes nacionalistas se denominaron a sí mismos líderes del pueblo de Dios (vv.4, 5), usurpando así el lugar de Jesús como el Mesías (en mi nombre). De igual manera (vv.6-8), hubo guerras y desastres naturales durante ese período, como los ha habido en todos los tiempos de la historia. Aunque estas cosas serían principio de dolores, no debían ser interpretadas como señales precisas de que el fin había llegado. En el ínterin los discípulos debían esperar que serían perseguidos, como Jesús ya había advertido en 10:17-23; pero mientras que en su contexto inmediato en el cap.10 el enfoque de la persecución sería por parte de los judíos, hay ahora uno más amplio, incluyendo a todas las naciones.

En los vv. 10-14 se dibuja un cuadro de crisis entre el pueblo de Dios como también el caos entre los pueblos del mundo. Estas cosas no deben incitar a hacer cálculos de fechas, sino de fidelidad. Los verdaderos discípulos no permitirán que las condiciones adversas afecten su amor (v.12), su perseverancia (v.13) y su predicación fiel de este evangelio del reino (v.14).

Luego de ello al observar cuidadosamente el v. 14 podemos ver que no específica a cuál de los dos aspectos de la pregunta de los discípulos se refiere el fin. En el período antes del año 70 d. de J.C. el evangelio, en realidad, fue predicado en gran parte del Mediterráneo (lo que la mayoría de los que hablaban griego hubiera entendido por en todo el mundo de ese día). (Cf. Rom 15:19, escrito a mediados de la década del 50, después de lo cual la misión de Pablo continuó extendiéndose, sin mencionar la de los otros apóstoles.) Antes de que fuera destruido el templo en el 70. d. C, la iglesia cristiana ya había llegado a ser una comunidad verdaderamente internacional. Desde ese entonces, por supuesto, el evangelio ha sido predicado mucho más ampliamente, a medida que el mundo conocido ha aumentado, aunque resulta cuestionable la extensión a la que el testimonio está disponible lit. A todas las razas aun hoy.

La parousía (“llegada”) se usa principalmente para designar visitas formales de aquellos en autoridad. En el NT, generalmente (pero no siempre) se refiere a la predicha segunda venida de Jesús. Para lo del fin del mundo cf. Mateo 13:39, 40, 49.

Analizando uno de los pasajes paralelos al tema (Cf. Mr 13:1-37) Jesús ha dado advertencias abundantes a los que están fuera del reino de Dios; ahora presenta palabras de advertencia a los que están adentro del reino. Se comunican en términos del juicio venidero, que será un tiempo de prueba para los discípulos, pero aun así será una prueba muy real. Todo el tema es presentado por medio de la profecía del juicio contra el templo (v.2). El “círculo íntimo” (esta vez incluía a Andrés) tiene que haber pensado que la destrucción del templo iniciaría los tiempos finales, y estaban deseosos por saber cuáles serían las señales. Es posible que este tipo de curiosidad provoca a los cristianos de hoy a tratar de saber la fecha de la segunda venida de Cristo. Sin embargo, Jesús lo utilizó como un reto a los cristianos de cualquier época, lo que resulta ser la función de tales profecías en la Biblia.

La necesidad principal es estar velando (v.5), especialmente en contra de los posibles engañadores, y no estar alarmados por las circunstancias terribles. Ambas cosas hubieran sido relevantes en Roma, donde surgieron varias herejías primitivas, y molestaban en la época cuando el Evangelio de Marcos estaba siendo escrito como para “el año de los cuatro emperadores” (68 d. de J.C.), con varios contendientes al trono peleándose por la corona. La persecución será inevitable, pero debe verse como una oportunidad para atestiguar usando palabras que serán provistas en el preciso momento por el Espíritu Santo. (Esta es una de las pocas referencias directas al Espíritu en Marcos) La predicción de que es necesario que primero el evangelio sea predicado a todas las naciones (v.10) es casi la versión de Marcos de la “gran comisión” (Mt 28:19). ¿Habría Marcos visto algo de esto en las labores de Pablo y los demás apóstoles? Además, está la advertencia que hasta los lazos más íntimos y naturales se quebrantarán bajo tal estrés (v.12), la verdad contraria a la enseñanza acerca de la verdadera “familia de Jesús” (Mr 3:34, 35). Muchos quizá hemos sabido cómo algunos miembros de la familia se han traicionado unos a otros en tiempos de persecución, y la agonía de sentirse odiados universalmente sin razón, sólo por ser cristianos (v.13). Sin embargo, hay una promesa unida: la persistencia hasta el fin nos dará la vida eterna, aun si no seguridad en este mundo.



Los cuatro discípulos habían preguntado: “¿Cuándo?” En un lenguaje bastante velado Jesús insinuó que sería cuando los emblemas idolátricos del ejército romano fueran impuestos triunfalmente en el templo de Jerusalén. Marcos no podía atreverse a informar de esto abiertamente (y menos en Roma) especialmente ya que lo dicho todavía no parecía haber ocurrido cuando se escribió este Evangelio. Pero el pequeño paréntesis del v. 14 muestra que él esperaba que sus lectores comprendieran. Jesús usó lenguaje tomado del libro de Daniel, relatando en primer lugar de la profanación del templo por el perseguidor Antíoco Epífanes en el siglo II a. de J.C. La abominación en ese caso fue un ídolo, que fue levantado en el mismo templo y lo profanó. Los versículos siguientes parecen describir el terrible sufrimiento durante las primeras guerras judías, cuando los ejércitos romanos invadieron Palestina. Esto ocurrió sólo una generación después de la muerte de Cristo, y la iglesia cristiana judía seguramente compartió el sufrimiento general. La tradición dice que los cristianos huyeron a Pella en Transjordania, recordando la advertencia
de Jesús (v.14).

Una advertencia aún más urgente, en este caso, es la que va en contra de los falsos mesías, y los falsos profetas (v.22). Estos abundaron en la época después de Cristo, y siguen abundando hoy en día; con sectas falsas y la “franja lunática” en derredor de la iglesia cristiana. Los falsos cristos y falsos profetas (o profetas mentirosos, como los llama el AT) fueron abundantes alrededor de los años 70 d. C., y se especializaron por tener gran cantidad de seguidores que quedaban cautivados por los milagros. Esa ha sido la marca de los “anticristos” que han salido al mundo (1 Jn 2:18, 224:1-3; 3 Jn 7), cautivar a sus seguidores con sus habilidades. De mayor importancia será recordar, al volver a descubrir “señales y maravillas”, que aun éstas pueden ser falsas con señales de profetas falsos; debemos estar alertas (v.23). Por esto es posible que Jesús usó señales con poca frecuencia en su ministerio.

Hasta este punto, todo lo que Jesús predijo puede colocarse c. 70 d. de J.C., viendo a los ejércitos romanos asolando Palestina, y la lucha entre los emperadores para obtener el trono. Los lectores de Marcos hubieran podido reconocer las referencias, aunque para nosotros no sean del todo claras ahora. A partir del v. 24 en adelante se da la impresión de que son los últimos días. En estos últimos días los poderes terrenales mayores simbolizados en el AT por el sol, la luna y las estrellas, caerán, y el Hijo del Hombre llegará en gloria para recoger a sus escogidos (vv.26, 27). El extremo de la tierra sale de las imágenes de Daniel 7, aunque la frase puede hacer una leve alusión a la misión a los gentiles. No puede ser sencillamente una referencia a la acción de reunir a todos los judíos fieles de todo el mundo. Este tiempo, aparentemente, ocurre mucho después del período de las guerras judías de 70 d. de J.C. aunque son el cuadro más amplio del juicio que seguiría al final de los tiempos, así como el verano sigue a la primavera en Palestina. Es bastante incierto que el brotar de la higuera en este lugar haga alusión al regreso de los judíos a la Palestina y el restablecimiento del Estado de Israel. Más bien puede ser otro proverbio popular que se usa en muchos lugares, aunque en los países occidentales no se conoce. Como sucede con frecuencia en las profecías del AT, Jesús pasó directamente de ese momento cercano, al futuro distante; es como si hubiésemos visto dos grandes cumbres de montañas, y no el gran valle que los separaba.


Por esta razón Jesús pudo decir que esta generación no pasaría hasta que se cumpliese este primer conjunto de señales. Muchos de los que lo escuchaban seguirían en vida en 70 d. de J.C. Es poco probable que esta generación se refiera a la sobrevivencia del pueblo judío en su totalidad, pero aquellos que comprenden esta frase como refiriéndose tanto al futuro inmediato como al distante lo comprenden de esta manera. Así como al libro del Apocalipsis con frecuencia se le llama “la Revelación” (lo que significa “quitarle el velo al futuro”), así igualmente a este capítulo se le denomina “el pequeño apocalipsis”, ya que en él Jesús también revela el futuro. Hay que recordar tres cosas al leer este capítulo. Primera, que no es posible expresar las cosas como son en tiempos de peligros políticos. Segunda, que el lenguaje simbólico se usa para revelarnos las cosas, no para confundirnos; no tiene nada de “misterioso”. Tercera, todo tiene el propósito de hacernos cristianos más fieles en el momento presente, no para que estemos capacitados para profetizar o especular acerca del futuro lejano (v.37). Esto se demuestra por el hecho de que ni aun el Hijo (y este es otro lugar donde Jesús afirma una relación única con Dios) conoce la fecha de estas cosas (v.32). Sin embargo, tenemos una promesa, que cuando todo tiembla, las palabras de Jesús permanecerán (v.31), un dicho que se usa con las Palabras de Dios mismo en el AT.

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