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28 dic 2014

EL DISCURSO DEL REY: DECLARACIONES PERFECTAS A SU SEGUNDA VENIDA (Mateo Cap. 24).

EL DISCURSO DEL REY: DECLARACIONES PERFECTAS A SU SEGUNDA VENIDA (Mateo Cap. 24).
Por: DR. Félix Muñoz
 
 
Los capítulos 24 y 25 forman lo que es llamado el Discurso del Olivete, llamado así porque este importante mensaje fue dado en el Monte de los Olivos. El discurso es enteramente profético; señala hacia adelante, al Periodo de la Tribulación y a la Segunda Venida del Señor. De manera primaria, aunque no de forma exclusiva, tiene que ver con la nación de Israel. Su marco es evidentemente Palestina; por ejemplo: «Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes» (24:16). Su entorno es distintivamente judaico; por ejemplo: «Orad para que vuestra huida no sea… en sábado» (24:20). La referencia a los escogidos (24:22) debería ser comprendida como de los escogidos judíos de Dios, no la iglesia. Como veremos más adelante, la iglesia no se encuentra en las profecías, ni en las parábolas de este discurso.
 
A.   Jesús predice la Destrucción del Templo (24:12).
 
El discurso comienza con la significativa declaración de que Saliendo Jesús, se iba del templo. Este movimiento es especialmente significativo a la luz de las palabras que acababa de pronunciar: «… vuestra casa os es dejada desierta» (23:38). Nos recuerda la descripción de Ezequiel de la gloria alejándose del templo (Ez. 9:3; 10:4; 11:23). Los discípulos querían que el Señor admirase la hermosura arquitectónica del templo con ellos. Estaban ocupados en lo efímero en lugar de en lo eterno, interesados en las sombras en lugar de en la sustancia. Jesús les advirtió que el edificio quedaría tan absolutamente destruido que no quedaría piedra sobre piedra. Tito intentó salvar el
 
Templo, pero fracasó, porque sus soldados lo incendiaron, cumpliéndose así la profecía de Cristo. Cuando el fuego fundió los ornamentos de oro, el metal fundido corrió entre las grietas de las piedras. Para tomarlo, los soldados tuvieron que quitar las piedras una por una, tal como había predicho nuestro Señor. Este juicio fue ejecutado en el 70 d.C., cuando los romanos, dirigidos por Tito, saquearon Jerusalén.

 

 


B. La primera mitad de la Tribulación (24:314).
 
Después que Jesús hubiese pasado al Monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte y le hicieron tres preguntas:
1. ¿Cuándo sucederían estas cosas? Esto es, ¿cuándo sería destruido el templo?
2. ¿Cuál sería la señal de Su venida? Esto es, ¿qué acontecimiento sobrenatural precedería a Su regreso a la tierra para establecer Su reino?
3. ¿Cuál sería la señal del final de esta época?, esto es, ¿qué sería lo que anunciaría el fin de la edad de modo inmediato a Su glorioso reinado? (La segunda y tercera preguntas son esencialmente la misma.)
 
Es preciso recordar que el pensamiento de estos discípulos judíos giraba en torno a la gloriosa era del Mesías sobre la tierra. No estaban pensando en la venida del Mesías a por la iglesia; poco sabían, por no decir que nada, acerca de esta fase de Su venida. Su expectativa era Su venida en poder y gloria para destruir Sus enemigos y reinar sobre el mundo. También deberíamos tener claro que no estaban hablando del fin del mundo (como en RV y RVR) sino acerca del fin de la era (Gr. aiön). Su primera pregunta no fue respondida de forma directa. Más bien, el Salvador parece unir el asedio de Jerusalén en el 70 d.C. (véase Lc. 21:20–24) con un asedio similar que tendrá lugar en los postreros tiempos. En el estudio de la profecía, vemos a menudo al Señor pasando casi imperceptiblemente de un cumplimiento temprano y parcial a otro cumplimiento posterior y definitive.
 
Las preguntas segunda y tercera reciben respuesta en los versículos 4–44 del capítulo 24. Estos versículos describen el Periodo de Tribulación de siete años que precederá al glorioso Advenimiento de Cristo. Los primeros tres y medio años se describen en los vv. 4–14. Los últimos tres años y medio, conocidos como la Gran Tribulación y el Tiempo de la Angustia de Jacob (Jer. 30:7), serán un tiempo de sufrimiento sin precedentes para los que estén en la tierra. Muchas de las condiciones que caracterizan a la primera mitad de la Tribulación han existido en cierto grado a lo largo de la historia humana, pero aparecerán en forma muy intensificada durante el periodo del que estamos tratando. A los que pertenecen a la iglesia se les ha anunciado que tendrán tribulación (Jn. 16:33), pero es algo muy diferente de la Tribulación que será derramada sobre un mundo que ha rechazado al Hijo de Dios.
 
Creemos que la iglesia será tomada fuera del mundo (1 Ts. 4:13–18) antes que comience el día de la ira de Dios (1 Ts. 1:10; 5:9; 2 Ts. 2:1–12; Ap. 3:10). Durante la primera mitad de la Tribulación aparecerán falsos mesías, que conseguirán engañar a grandes multitudes. El actual surgimiento de falsas sectas puede ser un preludio de ello, pero no un cumplimiento. Estos falsos guías religiosos serán judíos pretendiendo ser el Cristo.
Habrá guerras y… rumores de guerras. … se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Sería fácil creer que estamos viendo esto cumplido en la actualidad, pero lo que vemos es suave en comparación con lo que será. En realidad, el siguiente acontecimiento en el calendario divino es el Arrebatamiento de la iglesia (Jn.14:1–6; 1 Co. 15:51–57). No hay profecía que haya de quedar cumplida antes de esto. Después que la iglesia sea quitada, el reloj profético de Dios reanudará su marcha y estas condiciones se manifestarán rápidamente. Hambres, epidemias, y terremotos en diferentes lugares de la tierra. Incluso ya en la actualidad los líderes del mundo están alarmados por el espectro del hambre debido al estallido demográfico. Pero esto quedará acentuado por las escaseces debidas a las guerras.

 

 

Los terremotos están atrayendo más y más la atención pública: no sólo los que están teniendo lugar ahora, sino aquellos que se esperan. Una vez más, esto es sólo una pequeñez, y no el cumplimiento final de las palabras de nuestro Salvador. El versículo 8 identifica claramente este periodo como principio de dolores: el desencadenamiento de los dolores de parto que producirán un nuevo orden bajo el Mesías-Rey de Israel. Los creyentes fieles experimentarán una gran prueba personal durante la Tribulación. Las naciones llevarán a cabo una acerba campaña de odio contra los que son fieles al Señor.
 
No sólo serán juzgados en tribunales religiosos y civiles (Mr. 13:9), sino que muchos serán martirizados porque rehusarán abjurar. Aunque estas pruebas han sucedido durante todos los periodos del testimonio cristiano, éste parece referirse de manera particular a los 144.000 creyentes judíos que tendrán un especial ministerio durante este periodo. Muchos apostatarán para no sufrir y morir. Miembros de la propia familia informarán en contra de sus propios parientes y los entregarán a sus feroces perseguidores.
 
Muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a multitudes de gente. No tienen que ser confundidos con los falsos mesías del versículo 5. Los falsos profetas pretenden ser portavoces de Dios. Pueden ser detectados de dos maneras: Sus profecías no siempre se cumplen, y sus enseñanzas siempre apartan a los hombres del verdadero Dios. La mención de falsos profetas añade una confirmación a nuestra declaración de que la tribulación es primariamente de carácter judaico. Los falsos profetas están asociados con la nación de Israel; en la iglesia, el peligro procede de los falsos maestros (2 P. 2:1).
Con el dominio de la maldad, los afectos humanos serán menos y menos evidentes. Los actos de falta de amor serán comunes. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Esto, es evidente, no significa que las almas de los hombres serán salvadas en aquel tiempo por su perseverancia;
 
la salvación es siempre presentada en la Biblia como un don de la gracia de Dios, y su recepción por la fe en la muerte sustitutiva y resurrección de Cristo. Tampoco puede significar que todos los que perseveren escaparán al daño físico; ya hemos visto que muchos creyentes serán martirizados (v. 9). Se trata de una declaración general de que cuantos se mantengan firmes, soportando la persecución sin caer en la apostasía, serán liberados en la Segunda Venida de Cristo. Nadie debería imaginarse que la apostasía pueda ser un medio de escape ni de seguridad. Sólo aquel que tenga verdadera fe será salvo. Aunque la fe salvífica pueda tener altibajos, tiene siempre la cualidad de la permanencia.
 
Durante este periodo se proclamará por todo el mundo el evangelio del reino… para testimonio a todas las naciones. Como se explica en las notas sobre 4:23, el evangelio del reino es las buenas nuevas de que Cristo viene a establecer su reino sobre la tierra, y que aquellos que le reciben por la fe durante la Tribulación gozarán de las bendiciones de Su Reinado Milenial.
 
El versículo 14 se usa a menudo de forma errónea para demostrar que Cristo no podría volver en cualquier momento a por la iglesia, pues muchísimas tribus no han oído aún el evangelio. La dificultad queda eliminada cuando nos damos cuenta de que se refiere a Su venida con Sus santos y no a por Sus santos. Y esto se refiere al evangelio del reino, no al evangelio de la gracia de Dios (ver notas sobre 4:23). Hay un notable paralelo entre los acontecimientos relacionados en los versículos 3–14 y los de Apocalipsis 6:1–11. El jinete sobre el caballo blanco el falso mesías; el jinete del caballo rojo guerra; el jinete sobre el caballo negro hambre; el jinete sobre el caballo verdoso pálido pestilencia o muerte. Las almas debajo del altar son mártires. Los acontecimientos descritos en Apocalipsis 6:12–17 están vinculados con los de Mateo 24:19–31.
C. La Gran Tribulación (24:1528)
Al llegar a este punto, hemos llegado a la mitad de la Tribulación. Esto lo sabemos al comparar el versículo 15 con Daniel 9:27. Daniel predijo que en medio de la séptima semana, esto es, al fin de los tres años y medio, se levantaría una imagen idolátrica en el lugar santo, esto es, el templo en Jerusalén. Todos los hombres serán obligados a adorar este abominable ídolo. La resistencia a hacerlo será punible con la muerte (Ap.13:15).
 
Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación de la desolación, anunciada por medio del profeta Daniel (el que lea, entienda), … El levantamiento del ídolo será la señal para los que conozcan la Palabra de Dios de que ha comenzado la Gran Tribulación. Observemos que el Señor quiere que cada uno que lea la profecía la entienda. Los que estén en Judea, huyan a los montes; en las cercanías de Jerusalén podría detectarse fácilmente su negativa a inclinarse ante la imagen.
Será necesaria la mayor rapidez para escapar. Si alguien está sentado en la azotea, ha de dejar todas sus posesiones atrás. El tiempo perdido en recoger pertenencias podría significar la diferencia entre la vida y la muerte. El que esté trabajando en el campo no debe volver a por su capa, o manto de abrigo, lo haya dejado donde lo haya dejado. Las mujeres que estén encinta y las que estén criando se encontrarán en aquel tiempo en clara desventaja: les será difícil escapar con rapidez.
 
 
Los creyentes deberían orar que la crisis no sobrevenga en invierno con los adicionales peligros en los desplazamientos, y que no sea en sábado, cuando la distancia que podrían viajar quedaría limitada por la ley (Éx. 16:29). Un camino de sábado no sería suficiente para que pudiesen salir de la zona de peligro.

 

 

Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás. Esta descripción aísla este periodo de todas las inquisiciones, progroms, purgas, masacres y genocidios de la historia. Esta profecía no ha podido quedar cumplida por ninguna de las anteriores persecuciones, porque queda claramente afirmado que terminará con la Segunda Venida de Cristo. La tribulación será tan intensa que si aquellos días no fuesen acortados nadie sobreviviría. Esto no puede significar que la Gran Tribulación, que tantas veces se especifica con una duración de tres años y medio, vaya a ser acortada. Probablemente significa que Dios acortará milagrosamente las horas del día, durante las que tienen lugar la mayor parte de las luchas y de las matanzas. Por causa de los escogidos (aquellos que han recibido a Jesús) el Señor concederá el alivio de una oscuridad más temprana.
Los versículos 23 y 24 contienen advertencias renovadas en contra de falsos mesías y falsos profetas. En una atmósfera de crisis, circularán informes de que el Mesías se encuentra en algún lugar secreto. Estos informes podrían ser usados para atrapar a aquellos que con sinceridad y amor esperan a Cristo. De modo que el Señor advierte a todos los discípulos a no creer informes de un Advenimiento secreto y local. Ni aquellos que hacen milagros provienen necesariamente de Dios: los milagros pueden ser de origen satánico. El Hombre de Pecado recibirá poderes satánicos para hacer milagros (2 Ts. 2:9-10). El advenimiento de Cristo será inequívoco —repentino, público, universal y glorioso—. Al igual que el relámpago, será visible en el acto y de manera evidente para todos. Y ninguna corrupción moral escapará a su ira y juicio. Dondequiera que esté el cadáver, allí se juntarán las águilas. El cadáver es figura del judaísmo y de la cristiandad apóstatas y de todo el sistema del mundo coligado contra Dios y Su Cristo. Las águilas o buitres tipifican los juicios de Dios que serán desencadenados en conexión con la aparición del Mesías.
 
D. La Segunda Venida (24:2931).
Al finalizar la Gran Tribulación habrá terribles conmociones en el cielo. El sol se oscurecerá, y por cuanto la luz de la luna es sólo un reflejo de la del sol, la luna no dará su resplandor. Las estrellas caerán del cielo y los planetas se saldrán de sus órbitas. Es innecesario decir que estas vastas convulsiones cósmicas afectarán al clima, las mareas y las estaciones de la tierra.
 
Una pálida imagen de cómo será la da la descripción de lo que sucedería si un cuerpo celestial se aproximase a la tierra y provocase una desviación en su eje. En aquel momento, un terremoto sacudiría toda la tierra. El aire y el agua seguirían moviéndose por inercia; unos huracanes barrerían la tierra y los mares se precipitarían sobre los continentes, llevando consigo gravas y arenas y animales marinos, y arrojándolos sobre la tierra. Subirían las temperaturas y las rocas se fundirían, entrarían los volcanes en erupción, la lava surgiría de grietas en la corteza quebrada y cubriría enormes extensiones. Surgirían montes de las llanuras y se desplazarían sobre las faldas de otros montes, causando fallas y hendeduras. Los lagos se ladearían y vaciarían, los ríos cambiarían sus cursos; enormes áreas con todos sus habitantes se deslizarían bajo la mar. Arderían bosques y el huracán y los mares desmadrados los arrancarían de la tierra sobre la que crecían y los apilarían, raíz y rama, en enormes amontonamientos. Los mares se tornarían en desiertos, yéndose sus aguas.
Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo. No se nos dice cuál será esta señal. Su Primera Venida fue acompañada por una señal en el cielo —la estrella—. Quizá una estrella milagrosa anunciará también Su Segunda Venida. Algunos creen que la señal es el Hijo del Hombre por Sí mismo. Sea como fuere, será evidente para todos cuando aparezca. Harán duelo todas las tribus de la tierra —y ello indudablemente por haberlo rechazado—. Pero principalmente se lamentarán las tribus de la tierra, esto es, las doce tribus de Israel. «… y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito» (Zac. 12:10).
Entonces verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. ¡Qué momento más maravilloso! Aquel que fue escupido y crucificado será vindicado como el Señor de la vida y de la gloria. El gentil y humilde Jesús aparecerá como Jehová mismo. El Cordero sacrificial descenderá como el León conquistador. El menospreciado Carpintero de Nazaret vendrá como Rey de reyes y Señor de señores. Sus carros serán las nubes del cielo. Vendrá en poder y esplendor regios: será el momento por el que la creación ha estado gimiendo durante miles de años. Cuando descienda, enviará sus ángeles por toda la tierra, los cuales reunirán a sus escogidos, al Israel creyente, a la tierra de Palestina (Como bien se le conoce actualmente). Se reunirán procedentes de toda la tierra para saludar a su Mesías y para gozar de Su glorioso reinado.

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Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos - Jud 1:3 (RVR).

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