Las Herejías de Joel Osteen - Apostasía al día

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24 abr 2019

Las Herejías de Joel Osteen





El siguiente artículo fue obtenido enteramente del libro “Cristianismo en Crisis: Siglo 21” de Hank Hanegraaff. Puedes comprar este libro aquí
No es suficiente con ver simplemente por fe o en su imaginación. Usted tiene que comenzar a pronunciar palabras de fe sobre su vida. Sus palabras tienen un enorme poder creativo. En el momento en que usted dice algo, le da nacimiento. Este es un principio espiritual, y funciona a pesar de que lo que usted esté diciendo sea bueno o malo, positivo o negativo.[1]
—JOEL OSTEEN
Joel Osteen actualmente ha eclipsado la condición estelar de Benny Hinn como el destacado predicador de la prosperidad sobre el planeta. La revista People describe a Osteen como «el pastor de la Lakewood Church, con una asistencia semanal de 47.000[2] (dos veces mayor que el competidor más próximo); la principal atracción de los servicios de los domingos se emite en 100 países; autor de dos libros de éxito de ventas (el primero, en 2006, se vendió más que el último de Billy Graham); y la cabecera de espectáculos donde lo motivacional se encuentra con la adoración que abarrota lugares como el Madison Square Garden de Nueva York».[3] El subtítulo dice: «Él vive en una mansión, viaja en jet privado y, con su último éxito de ventas, ya ha ganado, según se dice, 13 millones de dólares».


A pesar de estupendos éxitos, los sermones de Joel Osteen, en concierto con otros maestros de la fe, consisten en una interminable lista de anécdotas no documentadas y leyendas urbanas reforzadas por citas equivocadas e interpretaciones erróneas de la Biblia. Como ejemplo, Joel altera el relato de Jesús del paralítico que estaba tendido en el estanque de Betesda a fin de demostrar la premisa de que mediante nuestras palabras y actos creamos realidad. En la versión que hace Osteen de la historia, ese paralítico estuvo en el estanque de Betesda por treinta y ocho años, sintiendo lástima de sí mismo.
Para alterar su realidad, lo único que él tuvo que hacer fue tomar su lecho y caminar. Por el contrario, por treinta y ocho años él puso excusas. Exhorta Osteen: «Si van ustedes en serio en cuanto a estar bien, si realmente quieren estar física y emocionalmente sanos, deben levantarse y moverse en su vida. Ya no más mentiras sintiendo lástima de ustedes mismos».[4]
Trágicamente, Osteen ha cambiado por completo la interpretación que Jesús hace de la historia. Según Jesús, el paralítico en primer lugar fue curado y luego recogió su lecho y anduvo. Dicho de otro modo, tanto lógica como lingüísticamente el paralítico fue curado antes de caminar.[5] En la revisión que Joel hace del texto, el paralítico recogió su lecho y anduvo antes de ser curado.
Las leyendas urbanas y las historias legendarias son un relato estándar en los libros y sermones de Osteen. Irónicamente, hasta puntos bien presentados se apoyan con tonterías. En su libro, Your Best Life Now [Su mejor vida ahora], Osteen relata una leyenda urbana común con respecto al bacalao.
Escribe Osteen: «Hace muchos años, pescar bacalao en la costa noreste se había convertido en un negocio comercial lucrativo. La industria pesquera reconoció que existía un gran mercado para el bacalao por toda Norteamérica, pero tenían un importante problema en la distribución». El problema, según Osteen, es que los propietarios no podían congelar el bacalao porque «después de que el bacalao se congelaba, perdía su sabor». Además, llevar en barco el bacalao por todo el país en inmensos tanques de agua salada sencillamente empeoraba las cosas. «Debido a que el pescado estaba inactivo en el tanque, se volvía blando y suave, y una vez más perdía su sabor». Los propietarios finalmente resolvieron el problema metiendo bagres en el tanque. Dice Osteen: «El bagre es un enemigo natural del bacalao, así que, mientras el tanque viajaba por el país, el bacalao tenía que permanecer alerta y activo y estar atento al bagre».[6]
Si esta fuese la única leyenda urbana que Osteen pone en circulación, sería una cosa; pero Osteen continúa su historia del pescado con una sospechosa historia tras otra. Mientras que interpretar leyendas sobre abejas que mueren en el espacio exterior debido a que no utilizan sus alas,[7] o sobre monos capturados con sus manos en el proverbial cesto de la basura[8] es perdonable, no lo es la interpretación que Osteen hace de doctrina cristiana esencial.
Durante mensajes de Semana Santa, por ejemplo, a Osteen le gusta decir a sus devotos que Jesús no finalizó la obra de redención en la cruz. Aunque la Escritura dice que Jesús hizo un espectáculo público del diablo y sus demonios, «triunfando sobre ellos en la cruz» (Colosenses 2:15), Joel dice que Jesús triunfó sobre las huestes demoníacas en el infierno. Aunque la Biblia nos dice que nuestro Salvador siempre ha tenido el control de la muerte y del infierno, Joel dice que Jesús tuvo que arrebatar las llaves de la muerte y del infierno de las manos de Satanás. Y contra todo el consejo de la Escritura, Osteen asevera que en el infierno, «las dos fuerzas más poderosas en el universo se han reunido para hacer batalla por primera vez en la historia».[9]
En una imaginativa reconstrucción que no tiene base alguna en la Biblia, Osteen pasa el triunfo en la cruz a los pasillos del infierno. Allí, Jesús «sí batalló con Satanás cara a cara». En contradicción directa con el texto bíblico, «cuando Jesús inclinó su cabeza y murió en la cruz», dice Osteen, «Satanás y todos esos demonios se reunieron en el infierno para una gran celebración de la victoria. Puedo imaginarlo parecido a la fiesta de celebración en el vestuario después del Super Bowl». Al final, sin embargo, el Salvador aplastó a Satanás y «arrebató las llaves de la muerte y del infierno de manos de Satanás. Y agarró a Satanás por el cuello y comenzó a arrastrarlo lentamente por los pasillos del infierno. Todo golpeado y magullado, ¡porque Él quería asegurarse que cada demonio viera con mucha claridad que Jesús era, sin duda, el Campeón indiscutible de todos los tiempos!»[10]
Es casi inconcebible que cualquiera, particularmente alguien que pone en sus labios el sagrado nombre de Cristo, reconstruyese de modo tan descarado la centralidad de la expiación de Cristo en la cruz. Sin embargo, ante la Escritura, la cual nos dice claramente que «mediante la muerte», Jesús destruyó «al que tiene el dominio de la muerte; es decir, al diablo» (Hebreos 2:14, énfasis añadido), Osteen sitúa a Cristo en la caldera del infierno, finalizando la obra de redención. No atacaré aquí los horrores de tales atrocidades sobre la expiación, ya que lo hago en la parte 4, pero baste con decir que esto está entre las perversiones doctrinales más atroces de Osteen.
Increíblemente, en la revisión que Osteen hace de la Escritura, la victoria de Cristo en el infierno fue insuficiente para expiar nuestros pecados. Después de la resurrección, «aún tenía que haber un sacrificio de sangre por nuestros pecados. Aún se tenía que pagar un precio». Por eso Jesús «presentó su propia sangre en el atrio exterior del cielo como sacrificio por todos nuestros pecados: pasados, presentes y futuros». Sin duda, según Osteen, esa es precisamente la razón por la cual Jesús mandó a María que no le tocase después de la resurrección. «¿Por qué no quería Jesús que María le tocase?», pregunta Osteen. «Les diré la razón. Jesús acababa de resucitar del sepulcro, y aún tenía su sangre santa en Él. Era esa sangre la que Él iba a utilizar como sacrificio por nuestros pecados».[11]
En realidad, nada podría estar más lejos de la verdad. Lejos de tener cierto tipo de eficacia mágica, la sangre de Jesucristo es emblemática de la muerte de Jesucristo.[12] Tampoco hay ninguna justificación para sugerir que en algún momento entre el encuentro que Él tuvo con María y su encuentro con Tomás, Jesús fuese al cielo para rociar su sangre sobre el propiciatorio. Por el contrario, los creyentes a lo largo de las épocas han celebrado el precioso sacramento de la Comunión como el cuerpo partido y la sangre derramada de Jesucristo para la completa remisión de los pecados. Una vez más, no fue el triunfo de Cristo sobre Satanás en la caldera del infierno lo que expió el pecado. Jesús dijo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lucas 23:46; cf. Juan 19:30) y no: «Satanás, en tus garras entrego mi espíritu», ni tampoco la deuda quedó impagada hasta que Cristo ascendió al cielo. La deuda por todo el pecado, pasado, presente y futuro, fue pagada por la pasión de Cristo en la cruz. Cuando su pasión en la cruz fue completa, Cristo pronunció la palabra tetelestai, que significa «¡la deuda ha sido pagada por completo!» Ya no quedaba ninguna otra deuda por saldar en este mundo o en el siguiente.
Por grave que sean las atrocidades sobre la expiación de Osteen, su argumento de que la fuerza de la fe es tan potente que hasta el Soberano del universo está atado por ella es igualmente inquietante.
Como observamos en la introducción, Osteen llega hasta el extremo de decir que Dios sabía que las confesiones negativas de Zacarías, «¿Estás seguro realmente de que esto va a suceder? ¿Ves la edad que tengo? No creo que esto pueda ser posible», detendrían su plan.[13] Así Dios tuvo que quitarle el habla a Zacarías. Una vez más, sin embargo, hemos entrado en la zona de interpretación. Osteen no sólo ha añadido interpretación al texto bíblico, sino que también ha dejado fuera porciones importantes de la narrativa bíblica.
En primer lugar, aunque Zacarías «se asustó, y el temor se apoderó de él» ante la presencia de un ángel (Lucas 1:12), Dios personificó a Zacarías como recto e intachable (v. 6).

Además, Gabriel concretamente le dijo a Zacarías: «No tengas miedo, Zacarías, pues ha sido escuchada tu oración. Tu esposa Elisabet te dará un hijo» (v. 13, énfasis añadido). Como respuesta, Zacarías preguntó: «¿Cómo podré estar seguro de esto?» (v. 18). El ángel Gabriel respondió dándole una señal: «Pero como no creíste en mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo, te vas a quedar mudo. No podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda» (v. 20, énfasis añadido).
Finalmente, en ningún lugar en el texto hay alguna indicación de que Dios tuviera que quitarle el habla a Zacarías debido a que Él sabía que las palabras negativas de Zacarías cancelarían su plan. Por el contrario, si la Biblia nos enseña algo, es que Dios es supremo en su autoridad y su poder. Como Daniel recordó a Belsasar, inmediatamente antes de la caída del Imperio Babilónico, su padre, Nabucodonosor, había llegado a creer en la soberanía de su gobierno y mandato personales; por tanto, Dios le dio «mente de un animal; vivió entre los asnos salvajes y se alimentó con pasto como el ganado; ¡el rocío de la noche empapaba su cuerpo! Todo esto le sucedió hasta que reconoció que el Dios Altísimo es el soberano de todos los reinos del mundo, y que se los entrega a quien él quiere» (Daniel 5:21).
Después, el poderoso Nabucodonosor reconoció, tras haber sido reducido a comer hierba como un animal, que el dominio de Dios (no de Nabucodonosor) «es eterno; su reino permanece para siempre. Ninguno de los pueblos de la tierra merece ser tomado en cuenta. Dios hace lo que quiere con los poderes celestiales y con los pueblos de la tierra. No hay quien se oponga a su poder ni quien le pida cuentas de sus actos» (Daniel 4:34-35, énfasis añadido).

Otra de las convicciones fundamentales de Osteen es que tanto las maldiciones generacionales como las bendiciones generacionales son transmitidas vía «la línea de sangre que se forma en el AND suyo».[14] Esto, a pesar de la realidad de que no hay base bíblica para creer ni en las bendiciones generacionales ni en las maldiciones generacionales. La Escritura comunica que se transmiten consecuencias, no maldiciones, de generación a generación. En este sentido, la Biblia dice que los hijos son castigados por los pecados de sus padres «hasta la tercera y cuarta generación » (Éxodo 20:5). Los hijos de padres alcohólicos frecuentemente sufren descuido y abuso como consecuencia directa de la conducta pecaminosa de su padre. Además, la Escritura nos dice explícitamente que «ningún hijo cargará con la culpa de su padre, ni ningún padre con la del hijo» (Ezequiel 18:20, énfasis añadido). Finalmente, cuando el Israel de antaño citaba el proverbio: «Los padres comieron uvas agrias, y a los hijos se les destemplaron los dientes», Dios respondió en términos nada inciertos:
«Yo, el Señor omnipotente, juro por mí mismo que jamás se volverá a repetir este proverbio en Israel. La persona que peque morirá» (vv. 3-4, énfasis añadido).
Sin embargo, en contradicción con la clara comunicación de la Escritura, Osteen ofrece una leyenda urbana como apoyo a las maldiciones generacionales (véase la introducción), y en apoyo a las bendiciones generacionales ofrece la historia de un amigo que pastorea a varios miles de personas pero quiere desesperadamente pastorear a «miles y miles más». Además, el pastor codicia la realización de su «sueño de escribir libros que afecten al mundo».

A pesar de la realidad de que la iglesia promedio tiene menos de cien miembros, cada vez que este pastor pasa al lado de una iglesia que es más grande que la de él siente «como si me estuvieran frotando sal en una herida». Como resultado, comienza a pronunciar palabras de temor en lugar de palabras de fe: «Dios, no es justo. Yo derramé mi corazón y mi alma en el sueño que tú me diste, pero no creo que nunca esté a la altura del éxito de este hombre… Siento como si se riesen de mí. Ni siquiera sé si debería seguir en la carrera».[15]
Uno podría pensar que Dios reprendería a este pastor por buscar el éxito desde una perspectiva mundana o por sucumbir a los pecados de envidia y codicia. Por el contrario, el Todopoderoso aparentemente afirmó las propensiones materialistas del pastor sugiriendo que se consolase con la posibilidad de que él estuviera «poniendo las bases» para el futuro éxito de sus nietos. En otras palabras, el Todopoderoso supuestamente ofreció la esperanza de que, al igual que las maldiciones generacionales, las bendiciones generacionales «pueden ser cosechadas por los hijos y las hijas de uno».[16]
Osteen escribe en cuanto a una circunstancia en su propia vida en la cual, como ese amigo pastor, él dijo palabras negativas. Él y su esposa, Victoria, vivían en una pequeña casa no muy buena cuando un día se toparon con una hermosa casa en las etapas finales de su construcción. Joel estaba tan convencido de que poseer una casa así estaba por encima de la posibilidad, que continuamente pronunciaba palabras de temor. Victoria, sin embargo, no lo hacía. «A lo largo de los meses siguientes, ella siguió pronunciando palabras de fe y de victoria». Finalmente, Joel se libró del «pensamiento limitado» y comenzó a estar en acuerdo con ella. «Seguimos creyéndolo, viéndolo, y diciéndolo», escribe Joel, «y lo vimos suceder».[17]



La fe de Joel aparentemente está siendo «cosechada» también por su hijo, Jonathan. «Un día cuando íbamos conduciendo por la autopista», escribe Joel, «llegamos al Compaq Center, el estadio con dieciséis mil asientos que era el anterior campo de los Houston Rockets… Yo reduje la marcha y señalé. “Jonathan, mira allí. Un día, ahí es donde tú predicarás”. Él dijo: “Oh, no, papi. Cuando yo sea lo bastante grande, ¡voy a predicar en el Reliant Stadium!” (el Reliant Stadium es el campo, con setenta mil asientos, del equipo de fútbol americano Houston Texans)».[18] Así es precisamente como el padre de Joel, John, había enseñado a su hijo a pensar. Dice Osteen: «Siempre que la gente me preguntaba: “Joel, ¿crees que serás capaz de hacer tanto como tu papá?”, yo siempre decía: “Creo que voy a hacer más que mi papá”».[19]
Aunque, sin duda alguna, no hay nada inapropiado en soñar grandes sueños para nosotros mismos o para nuestros hijos, no hay justificación bíblica para suponer que las bendiciones generacionales se transmiten vía «la línea de sangre que se forma en nuestro ADN».[20] Tampoco hay ninguna razón para creer que la adquisición de Osteen de una casa grande sea el resultado de que él se someta eficazmente a la inexorable fuerza de la fe más que la adquisición de Rhonda Byrne de una casa grande resultase de que ella «mandó una solicitud al catálogo del universo».[21] Es mucho más probable que ellos tengan lo que tienen como resultado de decirles a las personas lo que ellas quieren oír (por ejemplo: en el momento en que usted pronuncia algo, le da nacimiento). No sólo eso, sino que lo grande no siempre es lo mejor. Yo he tenido el privilegio de tener una plataforma mucho más grande que la tuvo mi padre durante su ministerio terrenal, pero puede ser que en los planes de Dios mi padre tenga una recompensa mayor en la eternidad debido al fiel servicio, a la abnegación y al sufrimiento. Tales recompensas duraderas no son con frecuencia el tema de los sermones contemporáneos; sin embargo, eran un tema constante en los sermones de Cristo.

Fuente:  https://teologiaenllamas.com
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[1] Joel Osteen, Your Best Life Now: 7 Steps to Living at Your Full Potential (Nueva York: Warner Faith, 2004), p. 129.
[2] Osteen escribe: «En 2003, la revista Forbes denominó a la iglesia Lakewood Church “la iglesia más grande de Estados Unidos”, con una asistencia semanal de veinticinco mil personas. ¡Y aún seguimos creciendo!» (Ibid., p. 217).
[3] Patrick Rogers y Vickie Bane, “Joel Osteen Counts His Blessings”, People, 17 diciembre 2007, p. 96.
[4] Osteen, Your Best Life Now, p. 149.
[5] Véase Juan 5.1–15, concretamente los versículos 8–9.
[6] Osteen, Your Best Life Now, p. 211.
[7] Ibid., p. 212.
[8] Ibid., p. 227.
[9] Joel Osteen, mensaje del servicio de Semana Santa en la Lakewood Church, sermón #CS_002 -4-23-00, 23 abril 2000, transcripción anteriormente en http://www.lakewood.cc/sermons/cs_002.htm, énfasis añadido; transcripción archivada en http://web .archive.org/web/20040408215244/ http:// http://www.lakewood.cc/ sermons/cs_002.htm, acceso obtenido 1 noviembre 2008. Cf. Joel Osteen, mensaje del servicio de Semana Santa de 2004 en el programa Discover the Champion in You, Trinity Broadcasting Network, 26 abril 2004.
[10] Ibid.
[11] Ibid.
[12] Véase John R. W. Stott, The Cross of Christ (Leicester: IVP, 1986), pp. 179–81; Leon Morris, The Apostolic Preaching of the Cross, 3a ed. (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1984), pp. 112–28. También: «Algunos han argumentado, en gran parte sobre la base de este versículo [Levítico 17.11], que “sangre” en la Escritura significa vida en lugar de muerte. Sin embargo, en todos los sacrificios del Antiguo Testamento, la sangre se obtiene matando a un animal, y la vida de que se habla en Levítico 17.11 es “aquella que deja de existir cuando la sangre es derramada”» (Steve Jeffrey, Michael Ovey, Andrew Sach, Pierced for Our Transgressions: Rediscovering the Glory of Penal Substitution [Wheaton: IL: Crossway Books, 2007], p. 45, n. 23).
[13] Joel Osteen, programa Discover the Champion in You, Trinity Broadcasting Network, 3 mayo 2004.


[14] Osteen, Become a Better You, p. 63.
[15] Ibid., pp. 63–64.
[16] Ibid., p. 64.
[17] Osteen, Your Best Life Now, pp. 7–8.
[18] Ibid., pp. 8–9.
[19] Osteen, Become a Better You, p. 26.
[20] Ibid., p. 63.
[21] Byrne, The Secret, p. 60.
Recursos Adicionales




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